“Yo tengo un
chiringuito, a orilla de la playa. Lo tengo muy bonito y espero que tú vayas.
El
chiringuito, el chiringuito, el chiringuito, el chiringuito.
Las chicas en
verano, no guisan ni cocinan, se ponen como locas si prueban mi sardina.
El
chiringuito, el chiringuito, el chiringuito, el chiringuito”.
Qué maravilla por favor…
Así comenzaba la que fuera la canción del verano en
1988, del compositor y artista del balanceo Georgie Dann. Más de 25 años han
pasado desde su lanzamiento y sigue estando de moda, compitiendo con estilos que
están pegando fuerte como el reggaetón, el perreo, el electroflow o el
merenguetón, lo cual tiene su mérito no crean que no.
¿Hay mejor forma de pasar las horas en verano que
estar sentado frente al mar, a la sombra de un toldo, percibiendo un ligero
olor a fritanga y con una cerveza bien fría como compañera? Si los hay serán
pocos, aunque siempre se puede mejorar así que, ¿porque no mejorar el
chiringuito?
Es fácil caer en el error de decir que cualquier container
o kiosco de feria que se deposite en el borde de la arena y que venda refrescos
es un chiringuito. Así, hasta yo tengo uno y no creo que la definición sea la
correcta. Un chiringuito no se resume en un espacio delimitado por cuatro
paredes de chapa con unas pocas mesas en el exterior, un chiringuito es algo
más, es un lugar de encuentro, es un oasis dentro de la playa, un espacio donde
las sensaciones se multiplican.
Recuerdo el primer año de carrera donde uno de mis
profesores nos decía que la platanera era un elemento arquitectónico y que en
Canarias se le debía dar la importancia que tenía, no solo agrícola, también
arquitectónica …la platanera. Un trimestre entero nos tuvo yendo a Galdar (un
pueblo de Gran Canaria) a dibujar las plataneras desde todas las perspectivas
posibles, incluidos los “horcones” y plátanos si los hubiera. Pues en este
caso, y haciendo caso a mí profesor, un chiringuito también es un elemento
arquitectónico.
Después de esta breve anécdota decirles que yo al
chiringuito le doy la importancia que realmente tiene y no lo veo como un
simple dispensador de calamares a la romana y sangría. No deja de ser un
espacio que sirve de desconexión dentro, a su vez, de otro espacio de
desconexión como es la playa, algo que podría ser incongruente pero agradable,
al fin y al cabo. El lugar ideal para relacionarse y disfrutar de los amigos y
de la familia… en algunos casos.
Como todo en la arquitectura, es fundamental que
este espacio de recreo tenga relación directa con el entorno, con la
naturaleza, con la playa y con el mar, sin dejar de olvidar la funcionalidad
para que dichos espacios son usados, no solo por el público en general, sino
también por los propios trabajadores. Como decía una compañera mía, “hay que
hacerse con el lugar”.
La conexión entre un plato de berberechos y su
procedencia se debe potenciar en el chiringuito. El poder ver y sentir el mar
mientras disfruta de ese manjar multiplica por cinco la sensación de regocijo y
deleite, porque no es lo mismo tomarte algo en esta situación, que mirando una
cocina con unas condiciones de higiene perfectamente mejorables.
El poder tener un establecimiento totalmente abierto
no solo hace que el mismo conecte con el entorno, es proporcionarlo de luz y
ventilación, que en la mayoría de los casos se agradece. La transparencia en
este tipo de establecimientos no solo la disfruta el cliente, también el
usuario de la playa o del paseo marítimo donde se ubique.
Tampoco se debiera caer en el tópico de que un
chiringuito nos debe recordar a un lugar paradisiaco del caribe. Nada tiene que
ver, ya que se puede disfrutar de los servicios de un chiringuito en San
Sebastián sin tener que ponerle hojas de palmera en la cubierta como si fuese
la cabaña de Robinson Crusoe. Volvemos a lo mismo, el lugar es el que define y
moldea el elemento arquitectónico, con materiales que no desentonen ni creen
falsas expectativas.
El uso que puede tener el establecimiento no tiene
porqué ser exclusivo, pudiendo crear un espacio multifuncional que albergue
diferentes propuestas culturales, deportivas o de ocio, aprovechando su
localización única, privilegiada y, en muchos casos, aislada.
La arquitectura del chiringuito debe pensarse desde
un punto de vista sostenible, funcional y de sensibilidad con el entorno. En la
mayoría de los ejemplos que nos encontramos no se han tenido en cuenta dichos
factores y si otros que nada tienen que ver como son la rapidez, el ahorro
económico y la ocupación excesiva de superficie para poder absorber más y más
clientes sin explotar realmente las capacidades que este tipo de edificaciones
tienen.
Espero
que hayan disfrutado leyendo este post tanto como yo escribiéndolo. Un saludo.
@ruymangsicilia