Pero...
¿y el cielo de los arquitectos? ¿Cómo sería ese cielo espacialmente? Si... ,los
arquitectos tenemos que tener algún cielo reservado para nosotros, ¿O acaso no
lo tienen los perros? Cuando era niño y visitaba algún amigo o familiar que
tenía perro y había fallecido siempre me decían lo mismo:
-"¿Donde
está Lasssie, Pluto, Toby, Pongo, etc.?
-
Mi niño, se ha ido de viaje al cielo de los perritos."
Pues
si los perritos tiene cielo, los arquitectos tenemos que tener uno joder.
Nuestra
imaginación nos puede llevar a innumerables y diferentes "cielos
arquitectónicos", a infinitos diría yo. Como es imposible saber cual sería
la imagen que tenemos cada uno de ese cielo, expondré la mía, muy personal, que
puede coincidir o no con la que tienen en mente.
Una
vez estiremos la pata (esperemos que sea mas tarde que pronto), todos los
arquitectos deberíamos de ser enterrados en el "cementerio del
bosque" de Estocolmo, de los arquitectos Lewerwntz y Asplund, y con su
ceremonia correspondiente en la "capilla del bosque", como no podía
ser de otra manera. Si nos ponemos
tontos se podría celebrar también en la "Iglesia del Agua", en
Hokkaido (japón), de Tadao Ando. Este si que sería un entierro guapo.
A
partir de aquí lo primero que me viene a la mente es la famosa luz blanca, la
que se supone que nos guía en el camino hacia el cielo... para
entendernos, la que ve Patrick Swayce
en Ghost. Yo me imagino que esa luz se transforma o da paso a la escalinata de
la Plaza de España de Roma, de los arquitectos Alessandro Specchi y Francesco
de Santis. La escalera más famosa y glamurosa del mundo tiene que estar en el
cielo de los arquitectos, o no. Sería como una invitación a ascender a un lugar
fantástico y maravilloso.
Al
final de esa escalera debería existir un edificio en donde se hiciese una
criba, es decir, un lugar en donde se compruebe que tienes tu plaza asignada,
que has sido un buen arquitecto, que has utilizado el hormigón visto, que te
has leído "El manantial" de Ayn Rand, ...y que no has visitado a un
cliente vestido como un cuervo. A esos, a los que van siempre de negro, si por
mi fuera, directos al infierno de los arquitectos.
Este
edificio, en donde se comprobaría tu acceso, podría ser perfectamente la
pirámide del museo del Louvre en Paris, de Ieoh Ming Pei o el Centro Cultural Jean-Marie Tjbaou, de
Renzo Piano. Son los primeros que me vienen a la cabeza, diferentes a los que
tu tienes seguramente.
Una
vez pasamos la criba, que seguro la pasaremos todos porque antes que
arquitectos somos buena gente, me imagino atravesando un camino o un bosque en
donde, a modo de película, aparecen ante ti las imágenes mas representativas de
tu vida profesional: tu primera entrega con su primera corrección, tu proyecto
estrella, aquel cliente que nunca te pagó, la ampliación de la casa de tu
cuñado, ... que bonito todo ¿Verdad?
Aun
con lágrimas en los ojos llegaríamos al final del camino, donde comenzaría una
ciudad diferente a la que estamos acostumbrados a transitar. Una ciudad utópica
con amplias avenidas y jardines, donde el trazado de las calles es
completamente poligonal, con una papelería técnica abierta las 24 horas en cada
esquina y con cafeterías, por supuesto, que en el cielo se tiene que beber
también café, y del bueno. Sería como dar un paseo por nuestra Chandigarh
particular.
De
todos los edificios que conforman el entramado urbano sobresaldría uno, alto,
imponente, diferente a los demás, un rascacielos porque no, un edificio que nos
llame, al que dirigirnos para que nos indiquen que hacer, donde vamos a pasar
el resto de nuestra eternidad. No se en el cielo de los demás arquitectos,
desde luego en el mío, ese edificio no sería otro que el edificio Chrysler de
Manhattan, de William Van Alen.
Es
allí donde nos encontraríamos con el arquitecto jefe, con nuestro Dios, el ser
supremo, el mandamás, el p... amo, un tipo Le Corbusier por ejemplo. Y es allí
donde tendríamos que rendir cuentas, explicar que tipo de arquitecto hemos
sido, cuales han sido nuestras influencias, nuestros trabajos más destacados,
si alguna vez hemos colocado balaustres en las escaleras, si aquel certificado
de eficiencia energética lo hiciste sin visitar el inmueble, si pudiste cobrar
tu último final de obra,... en definitiva un paseo por lo que ha sido nuestra
profesión.
Al
terminar, y como es el cielo y en el cielo todo es fantástico y maravilloso, el
Dios Supremo nos daría a elegir donde pasar el resto de la vida eterna y es
entonces cuando tenemos que estar avispados. Yo lo tengo clarísimo, lo tengo
pensado para cuando "Corbu" me lo pregunte... me encantaría descansar
tumbado en la Eames Lounge Chair, en la residencia Kaufmann, del arquitecto
Frank Lloyd Wright, en la casa de la cascada. Para mí eso sería como estar en
el cielo, el cielo de los arquitectos.
Espero
que hayan disfrutado leyendo este post tanto como yo escribiéndolo. Un saludo.
@ruymangsicilia